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Archivos mensuales: noviembre 2014

El mito de Rommel

29 Sábado Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in África, Cultura y sociedad, Derechos humanos, Educación, Historia Contemporánea, Memoria histórica, Nazismo

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El 14 de octubre de este año se ha conmemorado el 70 º aniversario del fallecimiento de uno de los oficiales alemanes más conocidos, reputados y carismáticos de la Segunda Guerra Mundial. Su sobrenombre, “el zorro del desierto”, como sería conocido, lo convirtió en una auténtica leyenda. Rommel no solo conservó el cariño de sus hombres, de miles de alemanes sino como comandante del África Korps causó admiración entre sus enemigos. Las palabras laudatorias de Winston Churchill, en el parlamento inglés, sirvieron para convertirle en un héroe de una guerra antirromántica. No hay duda de que Rommel nació con una buena estrella. Hábil táctico, mostró su iniciativa particular y su ágil mentalidad durante la Primera Guerra Mundial, capturando a varios miles de italianos (batalla de Caporetto). Sin embargo, llegó la paz y, más tarde, el nazismo, y el Ejército volvió a cobrar un papel crucial en los planes de Hitler en la guerra que iba a emprender para instaurar un imperio germánico.

Rommel era un militar de los pies a la cabeza, serio, riguroso y apolítico, como muchos oficiales pero, al igual que ellos, acabó atrapado por la maledicencia del nazismo. Su figura mítica no se puede entender sin la guerra, y esta fue inducida por una ideología y un régimen que acabó por pervertir los valores alemanes al identificar la cruel lucha emprendida con la voluntad de su Führer, el jefe del Estado. Muy pronto, las conexiones entre el ejército y el nazismo fueron evidentes. En 1934, se incorporó a los uniformes el águila nazi y muchos de los altos mandos se sintieron muy cómodos ante un régimen que rompía con el Tratado de Versalles y lo volvía a convertir en el pilar de Alemania, así nacía la Wehrmacht. Rommel vivió, con el mismo orgullo, ese proceso que volvía a situar a Alemania de nuevo como una potencia europea de primer orden. El 1 de septiembre de 1939 se inició la contienda. Los espectaculares éxitos en Polonia, sin duda, fortalecieron la autoestima de unos militares que vieron como la combinación de nuevas armas y tácticas en el campo de batalla les devolvían los laureles del pasado. A cambio, el nazismo prosiguió con su política antisemita y su terror en la Europa ocupada.

Todavía el exterminio no había comenzado pero todo se andaría.

Así, en mayo de 1940, se inició la irrupción por Sedán. El ejército francés y británico eran derrotados de forma espectacular. En junio parecía que la guerra estaba ganada. Por eso, la Italia fascista de Mussolini, aguardando acontecimientos, se unió a Alemania, para recoger las mieles del triunfo con unos pocos miles de muertos. Entre tanto, la propaganda de Goebbels había encontrado en un joven y prometedor oficial, Rommel, al frente de la 7º división acorazada (la división fantasma) un referente para constituir la imagen del oficial aguerrido y victorioso, un hombre de acción, que lideraba a sus hombres desde el frente y no desde la retaguardia. Rommel se dejó seducir por el bien de Alemania. Pero, también, porque al igual que otros muchos oficiales creía en que era la hora de su país, minusvalorando el desprecio que Hitler sentía por los judíos y la humanidad. Pero Mussolini se encontró, pronto, en apuros. En Libia, el vetusto ejército italiano había sufrido un fuerte varapalo, un pequeño ejército británico había destruido a la flor y nata del cuerpo colonial. Cirenaica había caído y en breve podía hacerlo Trípoli. Así que, sin dilación, el dictador italiano pidió ayuda a su homólogo alemán y, ahí, es cuando nació el mito del zorro. Hitler pensó en Rommel, ese joven oficial que le había servido bien en su cuerpo de seguridad en Polonia y en Francia. Se trataba de un escenario secundario, o eso se creía, así que se envió a un cuerpo blindado reducido (21º y 15º división panzer sin un regimiento) adaptándolo a los rigores de la guerra en el desierto.

Allí, Rommel mostró su hábil capacidad, destruyendo y enfrentándose a una maquinaria británica, mayor en recursos, material y hombres, pero menos capaz a nivel táctico. Rommel erigió ahí su vitola de genio y caballero. Pero, claro, el escenario era especial, Libia no era Rusia, el enfrentamiento sucedía entre dos potencias occidentales y el racismo no era tan recurrente. Tras la derrota en el Alamein, contra Montgomery, la estrella de Rommel se fue apagando, aunque a nivel público, el nazismo seguía utilizando su figura a favor de la moral de un país que estaba padeciendo los bombardeos aliados y percibiendo como se perdía la guerra. Primero destinado a Italia, luego a Francia, al mando del ejército B, que tenía como misión evitar el desembarco en las playas de la costa francesa, Rommel sabía que era imposible detener la maquinaria aliada. En África había vivido la enorme potencia de fuego de sus unidades que los alemanes no podían igualar. La superioridad aérea aliada era tal que solo cabía encajar a las divisiones blindadas en las playas para tener éxito. Rommel se empleó a fondo en guarnecer la costa normanda y el paso de Calais, pero era insuficiente.

Aún no había perdido la confianza de Hitler pero sí se le veía un hombre marcado, había sufrido los estragos físicos de la vida en el desierto libio. Conocía de la conspiración que pretendía derrocar a Hitler. El no se implicó directamente, no aceptó el asesinato del dictador aunque no rechazaba la idea de acortar la guerra. El 20 de julio de 1944 se produjo el fallido atentado contra Hitler y, meses más tarde, la Gestapo descubrió que Rommel estaba al tanto de los hechos. Fue, entonces, obligado a suicidarse para preservar su honor (se comunicó a la opinión pública que había muerto a causa de las heridas de un ataque aéreo padecido semanas atrás) y solo después de la guerra se supo la verdad. ¿Héroe, nazi o traidor?

Ante el mito su figura es inmune. Como hombre cabe señalar que fue un soberbio oficial, viviendo en un escenario de la guerra perfecto para sus habilidades pero, también, se convirtió en un activo colaborador de los sueños imperiales del nazismo.

 

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El Estado judío

25 Martes Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in Conflictos actuales, Cultura y sociedad, Democracia y libertades, Derechos humanos

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No hay duda de que ciertos sectores conservadores de Israel tienen miedo. Tal vez, ello tenga que ver con la ola de reconocimientos y declaraciones sostenidos sobre la aceptación de un Estado palestino, sea porque necesitan encontrar la cohesión interior que la religión les ofrece. De hecho, Israel es el único país racial del mundo. Hubo razones tremendas que lo explican, eso hay que admitirlo, la Shoah, donde fueron asesinados cerca de seis millones de judíos. La terrible persecución que sufrieron en Europa llevó a que los supervivientes acabaran en Palestina, conformando lo que actualmente conocemos como Israel. Desde entonces, es un país de acogida para cualquier judío. Únicamente con mostrar el ascendente se puede lograr la ciudadanía. Sin embargo, esta circunstancia subraya únicamente las condiciones tan excepcionales en las que surgió el país, en 1948, y en el hecho de que, después de todo este tiempo, no se haya producido ningún avance político de envergadura para impulsar la convivencia en la zona. En cambio, se pretende dar un paso más hacia atrás.

El Consejo de Ministros de Israel debate una norma (de la derecha y ultraderecha) en la que quiere proclamar el Estado-nación judío. Sectores de centro y de la izquierda israelí la valoran muy negativamente ya que antepone el carácter judío del país a la democracia. En otras palabras, la ley daría lugar a una discriminación entre ciudadanos al consagrar los valores judíos por encima del 24,6% que profesan otra religión, lo que afecta, principalmente, al millón y medio de árabes israelíes, y se pondría fin a la cooficialidad del idioma árabe. El mismo presidente Benjamín Netanyahu manifestaba, para consternación de los grupos críticos, que “en el Estado de Israel hay igualdad individual para todos los ciudadanos, pero el derecho nacional [está reservado] sólo para el pueblo judío”. De momento, la cuestión está sobre la mesa. Se maquillará de forma conveniente para buscar el mayor apoyo posible en el parlamento pero eso no evitará que se imponga una asignatura de Historia y tradición judía en los colegios, además del hebreo como única lengua oficial. Aún así, su efecto será pernicioso para la convivencia en la sociedad israelí. Los ciudadanos árabes israelíes son considerados ciudadanos de segunda, pero mientras se les respetaba la lengua se confería una cierta integración.

El problema que hay detrás de todo esto es que esa parte de la sociedad tiene un mayor dinamismo demográfico, cada vez cobra un mayor peso en la sociedad israelí, y político, lo que conduce a que en el parlamento confluya una mayor representación. El temor de la derecha y ultraderecha es que esto provoque un viraje en las políticas y que el hecho diferencial judío se vaya disolviendo. Después de todo, las nuevas generaciones, como sucede en tantos países, son más descreídas. Las tradiciones culturales religiosas, que antaño cobraban una importancia extrema o conferían una identidad particular a las sociedades se van disolviendo. Esta supuesta pérdida de valores se convierte en la batalla más recurrente de los conservadores en tiempos de crisis, tanto en Israel como en Europa, pero, claro, allí cobra un efecto más marcado. Por un lado, tiene que ver con la cohesión interna del país y, por otro, con la creencia de que eso puede debilitarlo frente a la amenaza árabe-palestina. Claro que si la política de Israel fuera otra muy diferente, una que buscara no tanto la defensa a ultranza de sus fronteras y la aplicación de una política represiva, sino otra que configurara una manera de convivir con los palestinos y el resto de países árabes, su miedo interior sería infundado o no daría pie a ser tan lesiva con las libertades y los valores democráticos. La presunta fortaleza de Israel (lo judío), no deja de ser, en el fondo, su mayor debilidad. Porque eso nos coloca en un punto de la reflexión que no nos gusta, al activar políticas que se asemejan a las que utilizara el nazismo contra los judíos en Alemania, como las tristemente leyes de Núremberg o los guetos, separando a las poblaciones judías de las gentiles, como encarna el muro de Cisjordania.

No me gusta traer a colación tales ejemplos, pero el símil es recurrente y, por supuesto, nada hay comparable con la monstruosidad del nazismo. Sin embargo, la política israelí, aunque no busque el mismo perverso fin, sigue unos parámetros parecidos al crear racialmente ciudadanos de primera y de segunda, no por sus sentimientos de lealtad y compromiso con el país, sino por sus creencias. Incluso, se les impide el cumplir el servicio militar porque se desconfía de su capacidad de defender la nación de sus enemigos, como si fueran una especie de quinta columna. Una vez más, los prejuicios humanos y unos rancios valores impiden que Israel pueda enfrentarse a sus propios demonios interiores. Mientras tanto seguimos viendo como los muros de intolerancia se enfatizan, retroalimentando no solo el odio sino la demostración de una animadversión que los propios israelíes siguen incentivando hacia todo lo árabe. Entendemos que Israel es un oasis en el desierto que teme ser engullido por las arenas, pero encerrarse en sí mismo, sin pedir ayuda o colaboración, no lleva más que a un mayor sufrimiento. Espero que la nueva ley no sea aprobada, porque solo establecería una serie de valores ultramontanos que tienen que ver más con el fanatismo y la cerrazón que con la fe o la garantía del judaísmo, ajenos al espíritu que nos ha de procurar la democracia y la dignidad humana, de la que el Holocausto debería haberles dado sobradas lecciones a los israelíes.

La norma que se plantea solo ahondaría en construir una sociedad racial, incoherente con el respeto que debe conferir los lazos entre las personas de una misma nación.

Los árabes israelíes podrían ser, de hecho, el puente que necesita la sociedad hebrea para comprender al otro y aceptarlo, para establecer unos firmes mimbres que puedan ayudar a solventar, a continuación, la cuestión palestina.

 

El Estado Islámica (EI) y el terror

22 Sábado Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in Autocracia y tiranía, Conflictos actuales, Cultura y sociedad, Democracia y libertades, Derechos humanos, Yihadismo

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Aunque hay ciertos medios y analistas a los que no les gusta esta denominación, porque le da más renombre al autoconstituido Califato de Levante, el problema no es tanto la forma como las creencias, el atractivo que ha tenido para tantos miles de europeos islámicos la llamada a la yihad para la constitución de un Estado ideal, donde la religión es el epicentro de sus vidas y donde podrían vivir, plenamente, como Mahoma dispuso para ellos. No hay duda de que este atractivo es muy desconcertante para la vieja Europa.

La experiencia de los talibán, en Afganistán, nos espeta que este tipo de regímenes son aparte de totalitarios, inhumanos y brutales, pero que tienen un elemento cohesionador muy fuerte como es su aspecto religioso… la propia crueldad y fiereza, que desvela sus inefables señas de identidad, se presenta como un elemento redentor y purificador que, lejos de alertar de los horrores a los que se enfrentan, seduce y atrapa a muchos jóvenes que sienten rabia y frustración; creen que es la hora de una batalla que les permitirá alcanzar un efímero paraíso. Lo que se sabe de estos voluntarios que acuden a la llamada del Califato es que tienen un origen muy diverso, no todos ellos son musulmanes, incluso, hay voluntarios ateos que, de pronto, rompiendo la tradición familiar se convierten y, en un adecuado lavado de cerebro, encuentran en esta lucha un motivo por el que vivir o morir. Son personas que proceden de entornos desestructurados, sin ilusiones y pesimistas, en mayor medida de entornos pobres, aunque no necesariamente, pero sí frustrados. En Francia, sin ir más lejos, hay una gran preocupación a este respecto, porque se han constatado más de mil voluntarios, hay otros dos mil europeos, identificados en varios vídeos de matanzas, que los radicales difundieron.

El Gobierno galo se ha visto en la necesidad de impulsar medidas para evitar este goteo de franceses yéndose hacia Oriente. Ha puesto a disposición de las familias un número de teléfono al que pueden acudir por si ven alguna sombra de sospecha sobre sus hijos. Y se han tomado medidas más drásticas de retirar el pasaporte a quien se crea que puede intentar dar ese salto y el cierre de páginas en Internet que ensalcen el yihadismo. El fenómeno tiene su miga. Ha surgido de la noche a la mañana, coincidiendo con los efectos tan negativos que ha tenido la guerra civil en Siria y los problemas internos de Irak. Aunque se puede deducir que sus raíces son más profundas, más culturales, más acordes con una generación de jóvenes desnortados que han abrazado la causa de la bandera negra por un afán de protagonismo.

El líder espiritual del EI, Abubaker al Bagdadi, es de esos personajes únicos que surgen en un momento dado en coyunturas que les son favorables que, en otro marco, habrían tenido un predicamento limitado. La presentación de una cuidada imagen y el atractivo de su mensaje le ha procurado congregar a jóvenes fieles fanatizados, que están muy motivados y abiertos a dar su vida por Alá, sin medir las consecuencias de sus actos. Cuenta con un ejército de 30.000 voluntarios, 15.000 de ellos extranjeros. El atractivo de formar parte de una sociedad islámica, valiente y aguerrida, dispuestas al sacrificio, para encontrar un paraíso terrenal, se ha convertido en el mejor mensaje de propaganda de la ruindad de un discurso que solo busca imponer un integrismo criminal y autocomplaciente. De hecho, un informe de la ONU ha recogido los crímenes contra la Humanidad que está perpetrando el EI. Entre ellos, reeducador de los niños para convertirlos en los pilares del nuevo régimen, creando así una nueva generación fría y deshumanizada, fiel a los preceptos del imán, que incorporarían la violencia y el crimen como una “manera de vivir”. Las mujeres están excluidas de la vida pública, sometidas a unas normas muy estrictas, reducidas a la mera condición de siervas de los hombres. Las más desafortunadas son aquellas que pertenecen a otras corrientes ideológicas que las utiliza como esclavas sexuales, a la mayor gloria de los combatientes. La suma de horrores se termina con la política de asesinados que propugnan, tanto de occidentales que han caído en sus manos, como de aquellas poblaciones pertenecientes a otras corrientes religiosas. También, por supuesto, contra aquellos que les combatan, no estiman necesario cumplir las leyes de guerra y asesinan de forma impune a los prisioneros de guerra que caen en sus manos.

Aún así, la situación geográfica del EI les permite sostener una guerra en la que la venta ilegal de crudo, los saqueos y secuestros les posibilita sufragar la compra de armas y necesidades. Buscan extender sus tentáculos fuera de esas fronteras golpeadas, hoy, por la aviación occidental, dando el salto hacia Libia y Egipto, dos países en donde la primavera árabe ha revelado su turbulencia, escenarios perfectos para atraer a nuevos combatientes.

La situación es complicada. El EI, a su vez, ha ayudado de forma indirecta a El Asad que se ha convertido en la única baza para frenar su expansión. El temor a que el régimen sirio pueda colapsarse, y crear un escenario más complicado, ayuda a tomar medidas que favorecen los intereses del autócrata sirio. Si bien, él ha sido, en buena medida, en la cruel paradoja, responsable de que esto diera lugar. Por otra parte, la negativa de Estados Unidos a enviar fuerzas terrestres a la región ha reforzado el papel del Gobierno de Irak, lo cual puede ser beneficioso, haciendo posible que la endeble y corrupta democracia iraquí dé un salto hacia delante para detener y frenar a este denostado enemigo.

Ante nosotros, se presenta, por tanto, un considerable desafío porque el integrismo es un elemento disruptor que puede destruir y lastrar indefinidamente los débiles pilares de sociedades que están buscando su lugar en este siglo XXI. Constituir Estados más justos, igualitarios y plurales, son las mejores bazas para acabar con el fanatismo. Hagamos que sea posible.

 

Podemos. Hacer y poder

21 Viernes Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in Democracia y libertades, Historia de España

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Paulatinamente, Podemos se ha convertido no ya en una esperanza idealista de las personas descontentas y desencantadas, sino que ha sabido ir canalizando su éxito electoral repentino en las pasadas elecciones europeas en otra cosa: una alternativa a los partidos tradicionales. Pero de su carácter asambleario ha pasado a conformar este pasado fin de semana una formación clásica, con su líder carismático al frente (aunque no se arrogue el ser un macho alfa, lo es) y su grupo de confianza, formado por Iñigo Errejón, Juan Carlos Monedero, Carolina Bescansa y Luis Alegre. La candidatura de Iglesias a la secretaría general obtuvo un 88,6% de los votos, éxito incuestionable, gracias a la claridad de argumentos y confianza que trasmite.

Pero, ahora, queda lo más difícil para Podemos: dar el verdadero salto a la alta política. Quiere barrer al vetusto régimen nacido de la Transición, acabar con la casta, promover medidas sociales justas que defiendan y garanticen la dignidad de las personas, pretende que sea el pueblo quien tenga prioridad sobre los bancos y que se acabe la impunidad de la corrupción, con las puertas giratorias. Se presenta, así mismo, no como un partido de izquierdas y derechas sino de centro, aunque aporta ideas de izquierdas. Aunque algunos de sus dirigentes han sentido simpatías por la Venezuela de Hugo Chávez, eso se le reprocha, el marxismo y demás, lo que sí tienen claro es que quieren resituarse hacia el centro, volcándose en conseguir la confianza de miles de españoles desafectos a los partidos mayoritarios.

Sin embargo, hay aspecto de Podemos que hay que mirarlos con acritud. Necesitamos alterar la dinámica de partidos, que la dualidad PP y PSOE dé paso a alguna alternativa política nueva y refrescante, ajena a las redes clientelares que se han dado hasta la fecha. Pero, también, alguien que sea consciente de la faz responsable del Gobierno, que no haga promesas, de las que ya estamos hartos, que no se puedan cumplir o que, como es el caso, pueden traer consigo, así mismo, no tanto desengaños como desequilibrios internos en el país. Gobernar es una tarea complicada y difícil, no reservada para unos pocos ni imposible de encarar para el vulgo. Pero implica tener perspectiva y no solo ideas… ideas que pretenden cambiarlo todo sin tener en cuenta lo que ya existe o lo que ya traemos con nosotros.

Alterar las viejas inercias de las que la clase política se había caracterizado está bien, respondamos ante nuevos desafíos, contemos la verdad o construyamos un discurso social renovado y con garantías. Pero no pienso que el sistema esté tan caduco como se cree, algo sí funciona en él, lo que no funciona son las personas, las que se han ido acomodando poco a poco a sus estructuras y lo han viciado. Sin embargo, Podemos pretende hacer una revolución. No lo dice así para no asustar a los ciudadanos pero es su ambición. Ahora ha puesto su mirada en acabar con el candado de 1978. Nos parece bien, reflexionemos sobre aquellos elementos de la Constitución que se pueden mejorar. Pero no solo como mera retórica. ¿Qué es lo que pretende exactamente? ¿Cuál es su apuesta? República o monarquía. Derecho de secesión a las nacionalidades históricas. ¿Es consciente del debate que esto puede suponer y la encrucijada a la que nos llevaría a todos los españoles si no se hace con sentido común y mesura? Generaría una situación de incertidumbre que haría que los mercados diesen la espalda a España. Pero aunque no fuera así, seamos positivos, y no caigamos en tremendismos demagógicos; Podemos no nos dice cuál es su plan, cómo se podría resolver una situación tan difícil sin dejar de respetar la pluralidad de la sociedad, sin obligar a unos a aceptar lo que otros quieren sin los consensos debidos. Si derribamos el pasado nos queda un presente vacío, donde todo es posible pero, también, cualquiera puede tomar la iniciativa y creer que habla en nombre del pueblo, cuando no es así. Crearía solo caos y confusión. Una cosa es querer renovar inercias o dar salida a una serie de reclamaciones porque la crisis económica ha dejado a los españoles en la miseria o en el paro, otra bien distinta es reformular la realidad. A pesar de todas las cosas negativas, la España de las autonomías ha sabido granjearse el respeto de los ciudadanos.

Falta iniciativa política, sí, en eso estamos de acuerdo pero no se trata de apostar por alterar la democracia convirtiéndola únicamente en vehículo de expresión de proyectos difíciles de cumplir, por no decir imposibles. Está bien eso de quitar a los ricos para dar de comer a los pobres pero, confiemos en que no se acabará por quitar también seguridad a las clases medias y, por ende, a todos, no solo a los ricos que acabarían yéndose a paraísos fiscales… propone que cuando alcance la Moncloa reunirán a los mejores economistas que den soluciones a los problemas de la gente. Claro que sabemos que los tecnócratas no siempre traen consigo fortuna y milagros económicos. También, Iglesias dedicó palabras para los nacionalistas, esgrimiendo que España es “un país de países, un país de naciones”, aunque eso no solucione nada ni sea algo que nos ayude a definir nuestra naturaleza como país. Incluso, fue más lejos afirmando que pondría fin a la política de decir “a los ciudadanos qué lengua deben hablar y qué tienen que sentir”, aunque no caiga en la cuenta de que puede suceder precisamente que se dé la vuelta a la tortilla y que muchos españoles se sientan extranjeros en sus propias autonomías.

El discurso de Iglesias, sin duda, ayuda a PP y PSOE por encontrar un nuevo camino. Es hora de que espabilen. Pero, de todas las críticas a Iglesias y Podemos, la más peligrosa reside en que se presentan como la única fuerza capaz de constituir una nueva España, y a lo hizo el PP en su día, y pecó de soberbia (perdiendo así las elecciones de 2004).

El poder visto como un instrumento de cambio total entraña un riesgo. Iglesias debería mirar a los populismos latinoamericanos y no seguir sus pasos.

 

Palestina y la violencia

20 Jueves Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in Conflictos actuales, Derechos humanos, Terrorismo

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Aunque en el plano internacional la operación margen protector, que derivó en una destrucción parcial de Gaza, ha tenido una respuesta rotunda, con el pronunciamiento favorable de Federica Mogherini, la jefa de la diplomacia europea, hacia el reconocimiento del Estado palestino (ya lo han hecho, Suecia, Francia y España), la violencia vuelve a ser un paso hacia atrás a este respecto. Entre los palestinos viven dos almas difíciles de conciliar, aquella que implica una senda del compromiso y acuerdos, liderada por Al Fatah, desde la Autoridad Palestina, y la de Hamás y la Yihad Islámica, desde la intransigencia y la violencia. Pero, en ambos casos, hay un elemento ajeno a ellas que, sin duda, marca su deriva: Israel. Aquí, en este contexto, hay una invisible línea gris que separa a ambos contendientes. Cada cual observa al otro como un enemigo al que no hay que hacer concesiones. La ciudadanía así lo exige, en una espiral de acción-reacción-brutalidad. Aunque la Autoridad Palestina ha dado muestras de querer encontrar un marco pacífico para su reconocimiento, se enfrenta a un serio problema: la negativa de Estados Unidos a aceptarlo mientras no se negocie previamente con Israel cómo sería ese hipotético futuro Estado. En esto nos encontramos siempre en un punto muerto, en el momento en el que esas posibles condiciones negociadoras se dan, quedan estropeadas por brotes de violencia, en modo alguno justificadas, pero puntuales, que generan una ola de estupor, descontento, como no podía ser menos y, sobre todo, contestación en la misma línea.

El temor a que de las brasas de Gaza resurja una nueva Intifada prende todas las alarmas. No es lo que necesita precisamente Mahmud Abbas porque no ha existido un marco más positivo a la hora de reclamar la aceptación de un Estado palestino. Sería el gran logro de su mandato y permitiría poner una base, un proyecto, un algo que diera sostén a un futuro para los palestinos. De lo contrario, si se pierde la ocasión, entonces, la política conservadora israelí saldría ganando. Sin embargo, tras lo que es este escenario diplomático están las brasas de una realidad que arden sin cesar y que, por supuesto, es esquiva a la paz y a la convivencia. Hay demasiados enconamientos y sentimientos, hay un resquemor de tal calibre que un solo palestino que decide tomarse la justicia por su mano atropellando a unos pobres viandantes, puede abrir la herida de nuevo y derivar en un nuevo río de sangre como estamos viendo. Recientemente, en una Sinagoga, en Jerusalén oeste (tras trece días de esperanzadora tregua) se volvió a producir un incidente grave que acabó con la muerte de seis personas, dos palestinos, los que perpetraron tamaña masacre, cinco israelíes y siete heridos.

El primer ministro israelí, no ha dudado en culpar directamente a Abbas de lo sucedido y esgrimir el argumento de que “responderemos con puño de acero a este brutal asesinato de judíos”. Lo que es lo mismo, se actuará de forma indiscriminada contra la población civil palestina. Sin embargo, Abbas ha denunciado el salvaje acto, condenando todo acto contra civiles y contra toda persona que se encuentre en un lugar de oración Pero, en Israel, ciegos y sordos, ante el dolor de este suceso no quieren saber nada. El ministro de Economía israelí, Naftali Bennett, ultraderechista, fue más lejos todavía y afirmó que “Abbas es uno de los mayores terroristas que ha dado el pueblo palestino”. No hay duda de que la violencia está haciendo y, ha hecho, un daño terrible a los palestinos. Antaño, porque les impedía conseguir el amparo internacional, en la actualidad, porque con ella Israel cierra todas las puertas a entablar cualquier negociación. De hacerlo, el país lo asumiría como una debilidad frente al terrorismo, sin distinguir entre los palestinos hartos de este conflicto y los que alimentan sus llamas. Pero al acusar a la parte por el todo, impide que se pueda reconducir tanto desagravio a una situación de forma favorable. El mismo jefe de la política israelí, con mayor equidad que el presidente, reconoció que esto era obra de lobos solitarios, una acción imposible de prever, como las ocurridas en las semanas precedentes. Es de rigor afirmar que el crimen cometido en Jerusalén es espantoso. No tiene justificación que se asesine a civiles inocentes mientras rezan y oran.

Sin embargo, la desproporción de la culpabilidad de tal grave hecho no ha de impedir el encontrar un marco que lleve a aislar a los grupos extremistas y el fanatismo más atroz (en este caso, el atentado lo ha reivindicado las Brigadas Abu Ali Mustafa), tanto de palestinos como de israelíes. Así, la reacción del Gobierno israelí no se ha hecho esperar, se impulsarán más controles, se facilitará a los civiles obtener permisos de armas, como autoprotección, con las consecuencias negativas que esto pueda traer consigo y, por supuesto, la demolición, a modo de represalia de las viviendas de los dos palestinos responsables de tal acción terrorista. No son estos los mimbres que van a impedir a la larga que se puedan reproducir tales hechos. Los altercados en la Explanada de las Mezquitas, detonante de las últimas confrontaciones, solo están dando lugar a mostrar la enorme fractura existente entre ambas comunidades.

La violencia, una vez más, no hace más que ensanchar la brecha.

Pero la respuesta israelí no contempla otra medida que la de la utilización de la fuerza, cuando ante sí tiene un interlocutor muy válido, la Autoridad Palestina, que está dispuesta a pactar acuerdos que lleven a delimitar las zonas de control y seguridad.

Cierto es que Hamás, la Yihad y otros grupos, como el que ha atentado en Jerusalén, son un peligro constante para la frágil paz pero no se puede vivir con miedo al terror. Porque solo ganan los extremistas de turno. Israel ha de dar otros pasos, moverse en la buena dirección si su verdadero interés es conseguir que, por fin, las dos comunidades se acepten, por lo menos, con el fin de lograr que ya no haya más muertes inútiles.

 

Auschwitz. Recordar y conservar

19 Miércoles Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in Autocracia y tiranía, Cultura y sociedad, Democracia y libertades, Derechos humanos, Europa, Memoria histórica, Nazismo

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En los tiempos que vivimos hay capítulos de nuestro pasado que no van a ser borrados jamás de la memoria y, sin embargo, hay ciertos registros que nos permiten recordarlos mejor, como sucede con el Holocausto. Pero sostener esta memoria arqueológica significa, a todas luces, un coste económico. Por desgracia, para mantener los archivos, para impulsar investigaciones y conservar los restos materiales de ese pasado, se requiere de fuentes de financiación estables y permanentes. Y eso no es siempre fácil de conseguir, aún dependiendo del favor de las instituciones públicas. Así, aunque parezca mentira, el tristemente conocido campo de exterminio Auschwitz-Birkenau ha padecido este mal.

Las instalaciones de Auschwitz son un museo al aire libre, con las ventajas e inconvenientes que eso trae consigo. La visita es gratuita, salvo las guiadas, por lo que es un lugar de peregrinaje de miles de europeos que buscan allí, tal vez, no una respuesta imposible a un hecho impensable sino la convicción de que eso no volverá, al menos, a suceder jamás. Contribuye, de manera clara y rotunda, a sensibilizarnos sobre una suerte de acontecimientos sombríos en los que se vio envuelta Europa. Sin embargo, esa misma virtud, la posibilidad de ver buena parte de los edificios originales, tiene un alto precio y costo. Hay que mantenerlos a las inclemencias del tiempo y a los rigores de la intemperie y el campo es una estructura frágil, muy endeble, diseñado no para perdurar sino para acometer una misión tan letal como inhumana. Actualmente, cuenta con 155 edificios y 300 ruinas, en las que se incluyen los hornos y las cámaras de gas destruidos por los nazis en su precipitada huida para borrar las huellas de tal espeluznante lugar. Hoy por hoy, nada de lo que fue la Shoah y la eliminación física de miles de seres humanos puede entenderse sin nombrar este campo.

El complejo de Auschwitz, aunque hubo muchos más campos de diversa entidad e índole, encarna al horror nazi en su máxima expresión. Ahora bien, el Gobierno polaco, desde 1947, prácticamente en solitario, se ha hecho cargo de mantener y sufragar su funcionamiento, con algunas ayudas mínimas de otros países. Y, poco a poco, las partidas presupuestarias se han ido reduciendo, así, el director del museo, Piotr M. A. Cywinski, advirtió de la grave situación que corría al no poder hacer frente a los gastos de mantenimiento. Por eso mismo, en 2009, Wladyslaw Bartoszewski, prisionero 4427 del campo, y responsable del Consejo Internacional de Auschwitz, ideó la creación de una fundación que gestionase lo que se ha denominado Fondo Perpetuo. Se ha tratado de recaudar 120 millones de euros cuyos intereses servirán para sostener la viabilidad del proyecto. Desde que se puso en marcha la idea, se han sumado a la iniciativa 31 países (102 millones recaudados). Alemania, con 60 millones de euros, ha sido el país más generoso, a tenor de su relación con los hechos. No obstante, estamos obligados a pensar seriamente en esta cuestión porque aunque haya una mayor responsabilidad alemana con este capítulo de la Historia, nos corresponde a los europeos asumir su legado.

Auschwitz, además, es un paraje que debería no estar constreñido a los límites de las fronteras nacionales del país que lo guarda (Polonia) y el país responsable (Alemania), sino de la misma Europa. Pues todo esfuerzo es más llevadero y sencillo si se comparte debidamente. Así mismo, la memoria no solo es un foco de debate para intelectuales o políticos o escenario propicio para la demagogia en las conmemoraciones señaladas, sino el compromiso permanente de garantizar los valores y dignidades humanas que arrastra consigo. Considero que solo seremos capaces de comprender Europa desde su Historia y Memoria, ya que ambas juegan en un mismo terreno que nos ha de acompañar allá donde vayamos, aunque sean, todo hay que decirlo, por sus profundos significados, dos cargas sumamente pesadas.

Por un lado, para constituir una conciencia que garantice la Humanidad y, por el otro, por el modo en el que ello confluye para encarar nuestro presente (contra el racismo, la xenofobia, el antisemitismo o los nuevos fascismos).

De hecho, la historia de Auschwitz no acabó el 27 de enero de 1945, cuando los soviéticos liberaron el campo, sino que empezó ahí, cuando se convirtió en memoria de la pesadilla totalitaria. Pero su conservación no es un valor estático ni estético sino activo, un servicio a la reflexión que nos ha de inducir a pensar no solo en el nazismo como perversión sino en nosotros como individuos, en su central advertencia para que nunca más suspendamos la conciencia. Auschwitz no solo es un capítulo más, un recordatorio que encierra los padecimientos de cientos de miles de personas que no sobrevivieron a este afán destructivo, sino un punto de inflexión sobre la mezquindad humana. Y aunque el Auschwitz real no será nunca tan importante como el constituir una conciencia completa de tales horrores, es un símbolo que nos ayuda a imaginarlo. Por lo tanto, no solo Polonia o Alemania son los principales responsables de su conservación (tanto material como moral) sino también el conjunto de la sociedad europea que ayudó a implementar o, incluso, colaboró con los funestos ingredientes que dieron lugar al exterminio. Nos toca, por tanto, llevar a nuestras espaldas esta carga.

Todavía hay mucho que hacer por ella.

De hecho, llama la atención que ni España ni Italia hayan aportado nada a este proyecto. España, en concreto, aunque no participó directamente en la guerra, sí fue adalid del régimen hitleriano y pesa el oprobio de los campos de concentración franquistas y la brutal represión. Italia, por su parte, aunque sin llegar a los crímenes del nazismo, también lleva consigo el gravamen del fascismo y su colaboración con los planes de Hitler de imponer el totalitarismo en Europa. Ello nos desvela que ninguno de los dos países ha hecho frente a su pasado.

 

El arma definitiva…

17 Lunes Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in Democracia y libertades, Derechos humanos, Historia Contemporánea

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El nacimiento de la era nuclear supuso la creencia de que se había inventado el arma definitiva… un arma que podía acabar con cualquier enemigo de un plumazo y, por lo tanto, permitía acabar con todas las guerras, urgiéndonos a la sabia diplomacia. Lo curioso del caso es que esa arma fue inventada en Occidente y ha sido utilizada únicamente por un país democrático, Estados Unidos, en Hiroshima y Nagasaki. Pero el problema de las armas nucleares es que una vez lanzadas hacia su objetivo las consecuencias son nefastas, desastrosas y terroríficas, ninguna batalla, ninguna acción bélica puede alcanzar la magnitud de la desolación que traen consigo. En la mítica carrera por diseñarla, digo mítica porque los nazis nunca estuvieron cerca de lograrlo, ganó Estados Unidos. Así que acabada la guerra tenía en su posesión un arma capaz de borrar ciudades enteras. Claro que ahí no se distinguía entre población civil y soldados; la retaguardia, visto lo visto, y rompiendo las normas no escritas de la guerra, era, es, otro frente más. En este sentido, la guerra mundial no solo fue un enfrentamiento del bien contra el mal, como se apuntara desde la propaganda, sino la demostración más fehaciente de que las guerras contienen un componente inhumano que había alcanzado su punto culminante. La destrucción del enemigo es lo único que cuenta, luego, el dios de la guerra ya contará a sus víctimas.

La posesión de estas armas supuso un cambio fundamental en los equilibrios geoestratégicos del mundo tras la Segunda Guerra Mundial. El daño que podía infligir era tal que quien tuviera un arsenal así, sin duda, podía dictaminar las relaciones internacionales. Sin embargo, el fin de la contienda no trajo las debidas enseñanzas hacia la humanización de las sociedades, al contrario, el miedo a la expansión del comunismo fue más fuerte que su amenaza real y, finalmente, el enfrentamiento entre Estados Unidos y la URSS dio lugar a la Guerra Fría. Durante unos pocos años USA dispuso de cierta primacía, al ser el único país que había desarrollado con éxito una bomba nuclear, hasta que el espionaje hizo posible que la URSS pudiera desarrollar la suya. A partir de ahí, se inició un incremento sustancial de los arsenales nucleares. Más tarde, otros países siguieron sus pasos, como Francia, China, India, Corea del Norte. Nadie ha vuelto a emplear esta clase de armas, pero están ahí.

Y tales arsenales son sumamente costosos tanto de desarrollar como de mantener. No es un regimiento de tanques que se puede quedar obsoleto, ni barcos que se pudren en sus embarcaderos por falta de manteamiento y que se pueden desguazar fácilmente, sino armas de destrucción masiva que si fallan pueden derivar en una auténtica catástrofe para el propio país. El arma definitiva es, sin duda, el mayor peligro para la potencia que la ha creado para su autodefensa, paradojas del ser humano. Esta absurda carrera de disuasión entre Estados Unidos y la URSS derivó en el despliegue de misiles con cabezas nuclearas capaces de destruir el mundo cuatro veces. Fue un sin sentido. El supuesto antagonismo entre las dos grandes ideologías, capitalismo y comunismo, cuyo fin debía ser el mismo, la felicidad y el progreso humano, trajo consigo la mayor amenaza contra la Humanidad. Y todo esto, de pronto, un buen día, acabó. En diciembre de 1991, la URSS se eclipsó. Estados Unidos se quedaba sin su principal enemigo. No había pasado ni medio siglo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial cuando los sistemas comunistas de Europea del Este, incluida la misma Rusia, se colapsaron.

La caída del muro de Berlín, 9 de noviembre, cuyo 25 aniversario acaba de conmemorarse, provocó la alegría de los alemanes y Europa entera, porque se ponía fin al muro del oprobio, la artificial división de un país y un continente provocada por la intolerancia y la intransigencia humana. Pero la Historia no se queda solo en una mera descripción de acontecimientos sino en una valoración crítica de los mismos. Los nuevos países que nacieron de la desintegración de la URSS debían desmantelar sus arsenales. Así, cientos de barcos, submarinos y vehículos con capacidad nuclear quedaron varados, no podían ser mantenidos.

Todo el ingente gasto y esfuerzo que se había producido para constituir un arsenal enorme había quedado obsoleto. El temor a que cualquiera de esos dispositivos acabara en manos de un fundamentalista o un loco ha inspirado el cine de ficción, porque la amenaza está ahí, el miedo a que alguien pueda acceder a esta clase de armas nos ha dejado intranquilos. Pero el fin de la era nuclear ha supuesto que, en Estados Unidos, se hayan ido descuidando la atención y el mantenimiento de tales instalaciones.

Nos podemos imaginar cómo estarán en otros países. Así, una serie de escándalos, técnicos que copian en un examen, generales borrachos, desmotivación entre el personal ante la falta de incentivos, puertas de silos que no cierran… han advertido del grave problema. Estas circunstancias deberían aleccionarnos sobre nuestros miedos. El ser humano es único creando utopías perfectas pero, luego, se olvida de la realidad. Cierto es que de las cerca de 31.000 armas nucleares que poseía Estados Unidos, en su momento más álgido, las ha reducido a 4.800… aún así, estas comportan una responsabilidad, no solo se trata de una cuestión de poder o disuasión. Irónicamente, resultan poco efectivas contra terroristas.

No quiero ni imaginarme los miles de millones de dólares que ha supuesto todo esto, ni la inutilidad de unas armas que no han contribuido para nada a hacer de este planeta un lugar más fácil en el que vivir. Al contrario, cuanta mayor capacidad tecnológica hemos desarrollado, más inseguro e incierto se ha vuelto en nuestro afán autodestructivo. Tanto ayer como hoy, la mayor amenaza para la Humanidad proviene de nuestra infinita capacidad para incitarnos a la violencia. La única arma definitiva, en verdad, siempre ha sido la paz.

 

El Estado Palestino

16 Domingo Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in Conflictos actuales, Democracia y libertades, Derechos humanos, Terrorismo

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Cabe afirmar que más de cincuenta años de conflicto, de enfrentamiento y de miles de muertos sobre la mesa, amén de millones de desplazados, implicarán, en el caso de poder darse, un proceso largo y difícil de reconstrucción social, política y humana. Palestina ha vivido un auténtico conflicto, aquel que supone el enfrentamiento entre dos sociedades que se niegan a reconocerse. Es hora de que se dé un paso al frente y se intente conformar no deseos sino la garantía de una futura reconciliación o, al menos, convivencia pacífica entre las partes. Los últimos acontecimientos, los atropellos perpetrados por varios palestinos, confirman la crudeza y visceralidad de tal enfrentamiento. Si bien, ni las tácticas terroristas empleadas por Hamás ni las operaciones de castigo de Israel sirven de mucho. No cumplen sino otro objeto que forzar una acción-reacción-represión, que acaba pagando la sociedad civil, la parte más indefensa de la población. Está claro que solo con una hábil presión internacional, liderada por Estados Unidos, se puede dar la condición de apoyar y avalar a Palestina como Estado.

Habrá, sin duda, muchas otras cosas pendientes de resolverse, porque no se solucionarán los problemas a corto plazo pero, por lo menos, los palestinos dispondrán de unas condiciones que les permitan sentirse un poco más libres, consolidar sus instituciones democráticas (ya que no existen) y plantear los retos sociales y económicos a los que se enfrentan, al margen de las represalias israelíes. Esto debilitaría, seguramente, mucho a los radicales de Hamás y rebajaría la tensión hasta unos límites insospechados. Habría menos miedo. Los palestinos tendrían una meta cívica.

La alta representante de Política Exterior y Seguridad de la UE, Federica Mogherini, defiende este punto con insistencia. Reclama, además, que Jerusalén sea la capital de dos Estados, algo a lo que se niega Israel. De hecho, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu defendía la unificación de la ciudad, a pesar de que eso podría acarrear muchos problemas. Jerusalén no es una ciudad cualquiera sino una urbe sagrada para musulmanes, cristianos y judíos. Sin embargo, aún más problemático que el reconocimiento de Jerusalén oriental como futura capital de un hipotético Estado palestino son los asentamientos en Jerusalén este y en Cisjordania, con miles de colonias israelíes que impiden el trazado de unas fronteras viables de cara al futuro. Esta situación confirma lo que varios analistas han considerado como una estrategia a largo plazo de Israel. Un proceso en el que el conflicto solo les está permitiendo ir poco a poco, arrinconando a la población palestina hasta prácticamente forzar su expulsión definitiva del suelo de Israel. Esta política dilatoria de cualquier aceptación de un proceso de paz que defina o establezca unas fronteras concretas, que puedan ser reconocidas a nivel, internacional, es lo que confirma esta tesis. Los acuerdos de paz no han impedido que de forma reiterada Israel, en parte facilitado por la violencia de Hamás, haya proseguido con su política colonizadora. Mogherini también ha estado en Gaza para comprobar los terribles daños causados, tanto a nivel humano como material, por la operación israelí, donde declaró que “necesitamos un Estado palestino, que es el objetivo final y la posición de toda la Unión Europea”. Sin embargo, también advirtió que esto no entraba entre las competencias de Bruselas, lo cual hace que la presión que se pueda ejercer sea, francamente, muy débil.

Hay países, como Suecia, que han reconocido a Palestina y otros europeos (incluso parece que España) piensan dar los mismos pasos. Si bien impera la doctrina norteamericana de que para que se produzca un reconocimiento válido a nivel internacional, no solo el nombrarlo de forma nominal Estado observador en la ONU, ha de ser validado por Israel. Pero ya hemos visto que la disposición de Tel Aviv a ello es prácticamente inexistente. La rabia y la frustración en una población palestina que se siente maltratada de forma injusta y arbitraria marca los tiempos. El Ejército dispone a su libre albedrío en las zonas bajo su control, y Gaza, ya hemos visto, no deja de ser un gran campo de prisioneros al aire libre. Así que mientras no se ofrezcan unas mínimas condiciones de existencia dignas, un respeto de igualdad a los palestinos y unas garantías de que Israel no va a anexionarse más territorios de forma fraudulenta, Hamás seguirá captando a miles de hombres y mujeres descontentos, dispuestos a sacrificarse para rebelarse contra este oprobio. De ninguna manera se pueden justificar los actos terroristas, pero el modo con el que se ha procedido en los últimos casos, lanzarse con un vehículo contra viandantes indefensos, muestras el grado de desesperación al que se ha llegado. Washington ha cometido un grave error al permitir que sea Israel quien imponga las reglas de un juego perverso en Palestina. Se ha demostrado que sus intenciones son más bien subterráneas. No busca la convivencia ni la construcción de un plano de igualdad entre israelíes y palestinos.

Los intentos que se dieron en el pasado para resolver el conflicto son cantos de sirena que, en verdad, en poco o nada satisfacen las necesidades de los palestinos (que viven de la caridad de la ONU) ni tampoco frenan el avance milimétrico pero firme de la ocupación del territorio por parte de Israel. La acción diplomática es necesaria.

Los palestinos eligieron mal a sus interlocutores y aliados. Hicieron una apuesta equívoca cuando decidieron jugar la carta del terrorismo. Sin embargo, fue fruto de la impotencia que han tenido de no poder enfrentarse de igual a igual a Israel. Israel se erige altivo, fuerte e inquebrantable, ha creado a un enemigo que le permite cierta cohesión interna sin buscar una alternativa al sufrimiento general que está dejando este conflicto. Es hora de que se tomen medidas, de que el mundo se dé cuenta de que no se puede seguir así, permitiendo que los palestinos sean totalmente expulsados de su tierra en unas cuantas décadas.

Donbás (Ucrania), una especie de guerra civil

15 Sábado Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in Conflictos actuales, Derechos humanos, Historia Contemporánea

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La Unión Europea sigue mirando con mucha preocupación los acontecimientos en el este. La paz no se ha impuesto. Los acuerdos de Minsk solo han traído el cese de un enfrentamiento militar más generalizado pero eso no significa que los compromisos hayan sido asumidos por los rebeldes, posicionados en contra de las condiciones dispuestas por Kiev. De hecho, se saben con fuerza y portan un férreo convencimiento de que seguirán el camino de Crimea. Se sienten, o más bien, son respaldados por Moscú, no abiertamente, para que el conflicto no se generalice, pero sí se han detectado columnas de suministros atravesando la frontera en las autoproclamadas repúblicas independientes de Donetsk (RPD) y Lugansk (RPL). Las pasadas elecciones no han traído seguridad, sino mayor incertidumbre, ya que se han celebrado en días distintos. En las dos provincias rebeldes actúan como si fuesen gobiernos autónomos, ajenos a los acuerdos alcanzados en Minsk. Pero aunque los enfrentamientos más duros han cesado, ya no existe una ofensiva abierta por parte de las autoridades ucranias, eso no significa que a nivel local cada cual intente situar a sus fuerzas en la mejor posición.

Todavía se producen choques en el aeropuerto del Donetsk y los rebeldes buscan una salida al mar de Azov. De hecho, los observadores que ha enviado la OSCE, con el fin de verificar el alto el fuego y de comprobar sobre el terreno los destrozos de la guerra, tienen muchas complicaciones a la hora de desplazarse. Tanto es así que el ministro de Defensa ucranio, Stepán Poltorak, ha advertido que se están preparando para enfrentarse a posibles acciones bélicas, en respuesta a la intensificación de los movimientos que se están produciendo desde el lado rebelde y ruso. Su departamento ha firmado acuerdos para la compra de armas por valor de 50 millones de euros. Mientras los contendientes se refuerzan militarmente, en previsión a lo que pueda suceder en los próximos días y semanas, las consecuencias y efectos sobre la población civil son desastrosos. A las miles de víctimas que han producido los enfrentamientos hay que añadir, claro está, los desplazados.

A esto se suma, también, la situación tan desastrosa en la que se encuentran todos los territorios y países afectados. No solo no se puede llevar a cabo una vida normal sino que cada vez hay más gente sin recursos, afectados por los cortes de gas y electricidad, a boca de un invierno que puede ser catastrófico para tantas familias, ante la falta de medios para encarar los rigores que se avecinan. Los jóvenes son reclutados para la guerra y, por supuesto, esos valiosos años de aprendizaje y formación intelectual y vital están siendo sustituidos por otros más traumáticos a nivel psicológico. Kiev, además, que hasta ahora pagaba a pensionistas y ayudas sociales en zona rebelde, ha decidido dejar de hacerlo, no quiere seguir financiando a “terroristas e impostores”. Estamos hablando de unas cantidades económicas muy importantes, casi 2.000 millones de euros para las dos repúblicas. Estas ayudas afectan a pensionistas, parados, prestaciones por invalidez, a las familias numerosas y demás.

El primer ministro, Arseni Yatseniuk, ha justificado la medida aduciendo que no quería seguir sufragando el “terrorismo ruso”. Si bien, no van a cortar los suministros de gas y electricidad porque eso sería un golpe muy duro para la población civil que, desde su punto de vista, no deja de ser ucranias. Cuando se liberen esos territorios de los rusos, entonces, señalaba, cobrarían las retribuciones pendientes. Sin embargo, esta política del palo y la zanahoria, un tanto contradictoria si se quiere ahogar el esfuerzo bélico rebelde, tiene que ver con el hecho de que las dos autoproclamadas repúblicas tienen bajo su control el 70% de las minas del vital suministro de carbón de toda Ucrania, pilar fundamental de la economía del país. Así que esta región industrial, conocida como Donbás, es una pieza de la que no puede desprenderse Kiev. De momento, nadie acierta con la tecla.

Los intereses particulares y las rencillas personales se imponen al sufrimiento de las personas. Pero no cabe la menor duda de que ahí entra en juego la geoestrategia donde Rusia ocupa la pieza central de este complicado tablero de ajedrez. Tras la anexión de Crimea, el conflicto en esta región le está permitiendo el integrar ese territorio sin dilación, lo cual cierra cualquier puerta a una futura negociación. Mientras Ucrania está pendiente del Donetsk y Lugansk, Kiev no puede hacer nada, a nivel diplomático, por evitar que esa política de hechos consumados se deshaga. A su vez, Rusia alimenta el espíritu independentista de los rebeldes con armas y apoyo, y aunque no ha dado el paso de hacer un reconocimiento oficial de ambas repúblicas (no faltará mucho para que se produzca este hecho), aprovechará esta coyuntura favorable. La verdad es que Rusia cuenta con todos los ases.

La Unión Europea no despliega gran capacidad de respuesta para forzar a Rusia a una negociación, condicionada por su dependencia del suministro de gas ruso. Y, de momento, las sanciones económicas a Rusia no han dado frutos. Por otro lado, Estados Unidos ha adoptado una política exterior cautelosa. Su mirada está más atenta a lo que está sucediendo en Siria e Irak, no puede permitir que el yihadismo vuelva a expandirse y poner en peligro a toda la región, pero tampoco quiere intervenir militarmente en Oriente medio. Sin demasiadas dificultades, los rusos se pueden permitir enviar convoyes militares al Donbás. Y los acuerdos de Minsk se ha comprobado que solo han servido para que los rebeldes puedan recomponer sus posiciones, sin aceptar ni reconocer lo que allí se firmara. El problema de contemporizar es que el nacionalismo ucraniano puede ser un factor peligroso, ya que puede acabar en volver a convocar a sus ejércitos para someter por la fuerza las regiones rebeldes, y eso, a todas luces, sería catastrófico para todos, especialmente, para los habitantes de la zona y la paz mundial.

 

Tiempo de memoria

14 Viernes Nov 2014

Posted by igorbarrenetxea in Cultura y sociedad, Derechos humanos, Historia Contemporánea, Historia de España, País Vasco, Películas, Terrorismo

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La memoria es un animal herido. Es imposible curarlo del todo porque eso significaría, del mismo modo, olvidarlo, permitir que muera. Por eso, es importante reflexionar una y otra vez sobre su importancia, sobre su relación con el presente y sobre esos mecanismos que nos llevan como seres humanos a trampearla o a endiosarla, porque la capacidad que tiene el ser humano hacia lo absoluto o hacia la nada es permanente. En Bilbao, recientemente, se apelaba a la Ley de Memoria Histórica para retirar el nombre a una calle: Sánchez Mazas, falangista y escritor, ministro sin cartera de Franco. Bien mirado, es lógico pensar que hay que borrar del callejero ciertos nombres que traen a colación infaustos recuerdos del pasado.

Sería impensable que hubiese calles dedicadas a activistas de ETA que asesinaron a tantos inocentes y sería insensato permitir que el viejo callejero franquista prevaleciera como si nada hubiese ocurrido. Pero, a veces, ese intento de borrar todo rastro oscuro puede ser igual de pernicioso llevándonos, precisamente, a empeñar la necesidad que tenemos como sociedad de comprender y conocer nuestra Historia. La memoria no es un ejercicio libre de pensamiento sino un registro de experiencias y de símbolos, no es Historia, solo una manera de entender los hechos que han sucedido, de interiorizarlos. El proceder a hacerlos de forma completa y coherente, a veces, resulta difícil y nos lleva a ciertos equívocos. La memoria no puede ser tampoco neutra, implica una intención que muchas veces es regida por los poderes públicos, por el modo en el que se ha trasmitido el carácter de una noticia, de un recuerdo o de un hecho. Y la memoria, también, simplifica, por el simple hecho de que no podemos absorber toda la realidad. Pero la memoria no es cerrada sino que cambia, evoluciona con nosotros, con nuestra forma de pensar e interiorizar el mundo. Pero eso no significa que no haya elementos que deban ser comunes y afines al espíritu de la libertad o de la democracia que nos han traído hasta aquí.

El hecho de retirar del callejero bilbaíno, sirva de ejemplo, el nombre de quien junto a José Antonio Primo de Rivera impulsó la Falange en España es loable pero no debe solo quedarse ahí, sino observar que, también, hubo bilbaínos falangistas, que hubo carlistas, vascos, en suma, que operaron dispuestos a exigir un precio en sangre por el apoyo prestado a la sublevación militar, y que no todos los vascos eran buenos nacionalistas sino que, también, hubo muchos vascos que se consideraron buenos españoles. Del mismo modo que no solo hubo rojos ni solo nacionales sino ciudadanos que, de algún modo, arrastrados por la vorágine de los acontecimientos se vieron empujados a alinearse con uno y otro bando, a veces, por inclinación personal, otras inducidos por las circunstancias. Las personas somos demasiado complejas para que se nos pretenda etiquetar o simplificar de golpe.

Del mismo modo tampoco la memoria ha de servir solo a este propósito de encubrir nuestras flaquezas y pretender construir una imagen del mundo un tanto caprichosa y ajena a las reglas fundamentales de la complejidad que nos caracteriza. Eso mismo ocurre con las víctimas de ETA, con el hecho de que se las pretenda convertir en un icono, nada más, algo que está ahí pero que no se toca, que no nos invita a la reflexión, a encauzar o desmitificar el conflicto vasco y convertirlo en lo que fue: un asalto a la democracia. Sensibilizarnos con las víctimas no comporta, para algunos, del mismo modo un reconocimiento de la violencia de ETA.

La memoria nacionalista, sin ir más lejos, solo se ocupa de las afrentas y mitos que la han llevado a posicionarse como una fuerza hegemónica en este país. Pero lo ha hecho desde su propia memoria no desde la perspectiva histórica, sino desde el particularismo del llamado hecho diferencial que nos iguala a todos vascos.

Las víctimas de ETA nos indican, en cambio, que cada víctima mortal es diferente, única y especial. Cada una de ellas representa, grosso modo, a una parte de la sociedad plural. No todas las víctimas son iguales pero su memoria, en ese particular, sí y, sin embargo, no deben compararse con las que fueron torturadas o murieran en manos de la policía. Es otra cosa distinta, es otra memoria que no puede igualarlas para convertirlas en el equívoco relato de que todos fuimos responsables y disculpar a ETA. De que no hay vencedores ni vencidos. Pero los hay, y tampoco para la Historia es suficiente este significado. Porque las derrotas y las victorias son relativas, lo que cuenta son las consecuencias y los significados que como sociedad cívica hemos de extraer y confrontar. Ahora bien, sería muy injusto el pensar que con el reconocimiento de las víctimas y el fin de ETA se acabara este proceso madurativo.

Lo dicho, la memoria es una herida abierta, un sentimiento que ha de cobijar un principio de responsabilidad y aprendizaje, no solo ha de apoyarse en ser un recordatorio de traumas y hechos infaustos. Por ello, el documental de Iñaki Arteta 1980 (2014), es tan importante. Porque las mismas imágenes y testimonios nos permiten codificar y ampliar esa perspectiva que debemos observar de nuestro pasado lejano o reciente. Porque la memoria configura nuestra manera de comprender y porque es la única que puede hacer, validando con el quehacer histórico, un relato cabal, seguro y consciente que nos permita salir del agujero en el que ciertos acontecimientos nos arrojaron. Bilbao fue una ciudad que vivió como tantas otras el franquismo no como una entelequia sino como una realidad en la que se implicaron miles de vascos. Hagamos algo más que confiar en que no se repita.

Las víctimas de ETA son, hoy, por otro lado, el elemento ventral de una sociedad rota y fracturada (un tanto inconsciente al efecto dañino de la violencia), de ahí que sea hora de que ellas se conviertan en un correaje que nos haga asumir el dolor, la pérdida y esta tragedia vasca para superar las heridas infligidas por ETA.

 

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