Evolución natalidad mortalidad y crecimiento natural

  1. Descripción general

Esta gráfica lineal compuesta representa la evolución de las tasas de natalidad, mortalidad y crecimiento natural (eje de ordenadas, en %) de la población española desde 1870 hasta 1997 (eje de abscisas, subdivididas en décadas). La línea marrón va a establecer la evolución de los porcentajes de la mortalidad (que parte de unas tasas muy altas de más del 30% hasta bajar a menos del 9%), la línea azul la de la natalidad (38% de la población hasta poco más del 10%) y la zona marrón clara el crecimiento natural de la población.

España a finales del siglo XIX venía a estar caracterizada por un régimen demográfico antiguo, con altas tasas de natalidad, pero también de mortalidad, que derivaban en un crecimiento natural de la población bajo que abarcaría desde 1870 a 1950. Sin embargo, a partir de 1950 nos vamos a encontrar con un régimen demográfico en transición, debido a que España va a experimentar un descenso suave de la natalidad y brusco descenso de la mortalidad, lo que supone un mayor crecimiento que se puede valorar en la distancia que hay entre las líneas de natalidad y mortalidad, produciéndose un fuerte crecimiento demográfico. Sin embargo, la tendencia de España ha ido derivando hacia un régimen demográfico en moderno, a partir de 1975, con un descenso de la natalidad y un mantenimiento de las bajas tasas de mortalidad. El crecimiento natural ha llegado a ser negativo en varias comunidades, compensado únicamente por la llegada de los inmigrantes, lo que augura que el régimen demográfico español puede incluso llegar a ser regresivo.

 

  1. Desarrollo

La natalidad, tal y como se muestra en la gráfica, era muy elevada (1870), más del 35%, debido a varios valores como una economía y una sociedad rural en la que los hijos comenzaban a trabajar muy pronto en las labores del campo; eran baratos de mantener y aseguraban el porvenir de los padres (ya que no había seguros ni asistencias sociales). No había, tampoco, medidas para controlar la natalidad. Y la única manera en la que esta se veía afectada venía a ser por la época de crisis económicas (malas cosechas), que retrasaba la edad al matrimonio, o conflictos bélicos, que traían consigo que muchos jóvenes se movilizaran o cayeran muertos o no se dieran las debidas condiciones sociales para traer más hijos al mundo. Sin embargo, se puede observar cómo hay un claro síntoma de declive, en un descenso paulatino lento, pero sostenido, hasta 1910.

En el periodo de 1910 a 1920 nos encontramos con nuevo descenso importante de la natalidad, afectado por factores exógenos, como fueron las huelgas y la crisis de subsistencia provocadas por la Gran Guerra, y endógenos, un cambio en las costumbres (control de la natalidad de las familias más pudientes). Sin embargo, el periodo en el que se agudiza la tendencia al descenso de la natalidad coincide con las dos décadas que van desde 1930 a 1950, coincidiendo con periodos de grave crisis social, política y económica como va a ser la Guerra Civil y la posguerra (autarquía).

Desde 1950 a 1970 se va a producir un boom demográfico, un aumento significativo de la natalidad favorecida por el despegue económico de España, el desarrollismo, el fin de la autarquía y un modelo de crecimiento que favoreció la natalidad (fácil acceso a la vivienda que favorecía los matrimonios, estabilidad laboral y amplias perspectivas de empleo), auspiciada por las políticas natalistas del régimen franquista (y una legislación que impedía cualquier control de la natalidad, como el aborto o la distribución de los anticonceptivos). Pero, finalmente, la natalidad emprendió un nuevo ciclo descendente hasta llegar a sus mínimos históricos.

Entre 1975 y 1998 tuvo lugar un brusco descenso de los nacimientos. Así, en 1981, el índice sintético de fecundidad alcanzó la cifra de 2,1 hijos por mujer -el límite que permite reemplazar a la población- y continuó decreciendo hasta alcanzar su valor mínimo en 1998 (1,24 hijos por mujer).

Las causas han sido los cambios económicos y socioculturales sucedidos en estos años. La situación económica ha retrasado la edad del matrimonio, con el consiguiente acortamiento del período fértil de la mujer. Principalmente, como resultado de la crisis de 1975; y desde 1980 por la precariedad laboral y el alto precio de compra y alquiler de vivienda, que dificulta la emancipación de los jóvenes, y prolonga su formación y permanencia con los padres.

La sociedad española, también, ha experimentado cambios de mentalidad y de valores desde la transición a la democracia (1975) que han colaborado al descenso de la natalidad. Ha disminuido la influencia religiosa; se han despenalizado y difundido los anticonceptivos, y se ha legalizado el aborto en ciertos supuestos. Las mujeres se han incorporado de forma creciente al trabajo fuera del hogar y retrasan la maternidad hasta consolidar su situación laboral, de modo que la mayoría de los nacimientos se producen en el grupo de las de 30-34 años; y muchas tienen dificultades para conciliar la vida familiar y laboral, ante la escasez de guarderías a precios asequibles y el mantenimiento de comportamientos sexistas en el reparto de tareas domésticas y en el cuidado de los hijos. Estos ya no se consideran como seguro de vejez de los padres, ante el progreso de la protección social, sino que se aprecia su formación y bienestar, por lo que se prefiere tener menos y atenderlos mejor. Además, los gastos que ocasionan y la dedicación que requieren compiten con el deseo de los padres de disponer de más ingresos para el consumo y de más tiempo libre para el ocio.

Por otra parte, han ganado importancia las relaciones de pareja sobre las reproductoras y de cuidado de los hijos, y han surgido formas familiares distintas del matrimonio y menos prolíficas (cohabitación, hogares monoparentales de divorciados, maternidad en solitario).

Ahora bien, habría que matizar que, desde 1998, la natalidad ha experimentado una ligera recuperación debido a la inmigración, ya que la población española mantiene su comportamiento maltusiano o restrictivo de la natalidad. La inmigración colabora al aumento de la natalidad, sobre todo por el incremento de mujeres en edad fértil, dado que su fecundidad, inicialmente más alta, tiende a acercarse a la española. El número de hijos por mujer de las extranjeras ha ido pasando de 4, a 3, en pleno siglo XX, a 1,17 en 2006, subiendo a 1,46, en 2008, pero aún lejos del reemplazo generacional. De hecho, para 2014, se ha podido comprobar que está siendo menor.

La mortalidad, a finales de siglo XIX, en España, era muy elevada, Influida, principalmente, por el bajo nivel de vida y las precarias condiciones médicas y sanitarias. La dieta era escasa y desequilibrada, faltaban proteínas, el pan era el alimento principal, y eran escasos la carne, la leche y los huevos. Esto derivaba en que tanto los niños como los ancianos eran los más afectados por las enfermedades al estar malnutridos y debilitados. Salvo el periodo que comprende de 1870 a 1880, debido al periodo de inestabilidad política, aumenta levemente la mortalidad pero, a partir de 1880 hasta 1910 comienza un declive inexorable, con un breve repunte entre 1910 a 1920 (gripe 1918), hasta 1985 (siendo menos pronunciado en los años 30 y 40 por la guerra y la posguerra).

Todo ello estuvo influido de forma muy positiva por los avances médicos (vacunas que evitaron mortalidad catastrófica) y sanitarios (higiene pública y privada), un incremento del nivel de vida, mejora de la dieta, superando la malnutrición y una mejor educación, que permitió abandonar costumbres tradicionales nocivas para la salud. Esto determinó una menor mortalidad infantil, evitando infecciones y desnutrición, con avances en la pediatría y en el cuidado familiar.

La mortalidad general se mantiene en cifras bajas, gracias a la mejora del nivel de vida y a los avances médicos. No obstante, la tasa de mortalidad experimenta un ligero ascenso desde 1992, debido al envejecimiento de la población. Por tanto, se trata de un aumento «aparente» causado por el incremento del número de ancianos, puesto que la mortalidad real continua descendiendo, como lo demuestra el aumento de la esperanza de vida. Las causas de la mortalidad general son las llamadas tres «C»: enfermedades cardiovasculares, cáncer y accidentes de carretera. Además, están creciendo las enfermedades ligadas al envejecimiento, como el Alzheimer o demencia senil y las enfermedades degenerativas, y las llamadas «enfermedades sociales», relacionadas con ciertos estilos de vida y hábitos sociales, como el alcoholismo, el tabaquismo y la drogadicción.

El crecimiento natural, durante las décadas de 1870 a 1900, resultante del balance entre la natalidad y la mortalidad fue estable, salvo en los momentos puntuales, década de 1910 a 1920, coincidiendo con el incremento de la mortalidad, lo que provoca un crecimiento natural menor, hasta 1950. El periodo de 1950 hasta 1980, aproximadamente, coincidiendo con el aumento de la natalidad y el sostenimiento de los índices bajos de mortalidad, derivará en el denominado baby boom. Lo que trajo consigo un salto importante en la población española. España pasaría de tener 18,6 millones de habitantes en 1900, a 39,4 en 2001, alcanzando los 47 millones en 2010. Pero desde 1980, debido a las bajas tasas de natalidad y de mortalidad, el crecimiento natural ha ido decreciendo solo compensado por la emigración exterior. Pero, a partir de 2011, la tendencia, incluso, ha sido negativa, derivando en que España haya perdido población (46,6 millones).

 

  1. A modo de conclusión

Esta gráfica nos muestra la evolución de la población española desde un régimen demográfico antiguo, con un proceso de crecimiento natural lento, pasando por otro de transición hasta alcanzar uno recesivo, semejante a la mayoría de las sociedades europeas. Sin embargo, todo este proceso se produjo de una forma más tardía en España, debido a que la revolución industrial y sus avances (médicos y modernizadores) llegaron mucho más tarde. Además, se vivieron varias etapas muy negativas, como va a ser la guerra civil y la posguerra que trajeron consigo un periodo de escaso crecimiento. Hasta 1950, periodo en el que convergió un aumento de la natalidad, provocado por varios ingredientes (crecimiento económico y facilidad para el matrimonio), que duró unas pocas décadas hasta los años 80, en el que la coyuntura y las mentalidades cambiaron, ralentizándose la natalidad, con baja mortalidad, provocando que el crecimiento natural se estancase.

Desde 2011, España ha sufrido un descenso paulatino de la población. La grave crisis económica trajo consigo un parón en la inmigración y una salida de muchos jóvenes que han provocado que el crecimiento natural haya sido negativo en 2013. Las políticas natalistas no han sido eficaces impidiendo que se haya producido un relevo generacional y que esto derive en que España se convierta en un país donde se está produciendo un grave envejecimiento de la población. Baja natalidad y baja mortalidad están suponiendo que el futuro de España sea incierto.